Conectamos culturas e historias a través de la comida.

Buñuelos colombianos, historia dorada de una esfera mestiza

En Colombia, el buñuelo no es solo un bocado navideño: es una esfera que condensa siglos de historia, mestizaje cultural y evolución gastronómica. Presente en mesas de todos los estratos, desde las más humildes hasta las más sofisticadas, el buñuelo representa una identidad compartida que atraviesa regiones, generaciones y credos.

Sandra Doncel

7/8/20253 min read

Origen: una mezcla de mundos

La historia de los buñuelos en Colombia comienza en el contexto de la colonización. Las masas fritas eran comunes en la tradición culinaria mediterránea y llegaron al continente americano por medio de los colonizadores españoles, quienes a su vez heredaron estas técnicas de las cocinas árabe y sefardí. Estas masas, originalmente preparadas con trigo, debieron adaptarse a los ingredientes disponibles en el Nuevo Mundo.

Con la escasez de trigo en muchas zonas del territorio americano, los pueblos locales integraron ingredientes propios como el maíz, la yuca y el queso costeño, originando una variante única. La fritura en aceite, profundamente ligada a las técnicas culinarias africanas, fue incorporada a través de la influencia de las comunidades afrodescendientes traídas como esclavizadas al territorio neogranadino.

De esta manera, el buñuelo colombiano, tal como lo conocemos hoy —crujiente por fuera, suave y aireado por dentro— es el resultado de una compleja red de saberes culinarios que combina ingredientes nativos, técnicas africanas e influencias hispano-árabes.

Evolución y consolidación cultural

Aunque no se puede establecer con precisión una fecha exacta para el origen del buñuelo colombiano en su forma actual, fuentes académicas coinciden en que ya era común en las cocinas del altiplano cundiboyacense a inicios del siglo XIX. Sin embargo, es en la primera mitad del siglo XX cuando se consolida como símbolo navideño en las regiones andinas, particularmente en Antioquia, Cundinamarca, Boyacá y Santander.

Durante las décadas de 1950 y 1960, la producción de almidones industriales y mezclas pre-elaboradas facilitó la estandarización de la receta. Esto permitió que los buñuelos se integraran más profundamente en la gastronomía urbana, extendiéndose rápidamente a lo largo del país. En este periodo también se populariza el uso del queso costeño o campesino —quesos duros y salados que permiten una textura ideal en la masa— y el almidón de yuca, cuya elasticidad resulta esencial para lograr la clásica superficie lisa y dorada.

Ingredientes y preparación tradicional

El buñuelo colombiano se compone tradicionalmente de una masa hecha a base de almidón de yuca, queso fresco (preferiblemente costeño), huevos y, en algunas regiones, una pequeña cantidad de fécula de maíz. La masa se amasa hasta obtener una textura elástica y se moldea en esferas perfectas, que luego se fríen lentamente en aceite caliente, permitiendo que se inflen sin romperse.

La fritura debe hacerse a temperatura controlada, pues una cocción rápida o a temperatura muy alta impide el inflado correcto y puede endurecer el interior. El resultado ideal es un buñuelo esférico, dorado, con una corteza fina y crujiente, y un interior esponjoso con cavidades de aire que reflejan una cocción uniforme.

Diversidad regional

Si bien el buñuelo más reconocido es el que acompaña la natilla en las celebraciones navideñas, existen variaciones regionales:

  • En la Costa Atlántica, se elaboran buñuelos de fríjol cabecita negra, de plátano maduro o de mazorca.

  • En algunas zonas del sur del país, se preparan buñuelos rellenos de bocadillo o dulce de guayaba.

  • En contextos más rurales, se sustituyen ingredientes comerciales por técnicas ancestrales, como la molienda manual del almidón o la utilización de quesos artesanales.

Estas variantes evidencian que, aunque existe una receta canónica, el buñuelo sigue siendo un alimento vivo, que se adapta a los ingredientes, saberes y celebraciones de cada comunidad.

Significado cultural

El buñuelo en Colombia es más que un alimento: es un ritual. Su preparación y consumo, especialmente durante diciembre, refuerza la noción de pertenencia y unidad familiar. Su forma esférica representa abundancia y perfección; su fragancia caliente evoca hogar, y su presencia en la mesa señala que la celebración ha comenzado.

En la gastronomía popular, el buñuelo es un marcador de clase inclusivo y se encuentra en panaderías de barrio, en mercados callejeros y también en restaurantes de alta cocina que reinterpretan sus formas y sabores.